Resulta curioso como a los seres humanos nos sorprende el paso del tiempo. Su frugalidad; como sin apenas darnos cuenta pasan minutos, horas, días y años. Y sin embargo, existen determinados momentos en los que, parece que un minuto dura un segundo... o una hora.
Aunque, quizá, lo más asombroso sea que, aunque seamos capaces de medir el tiempo, de tener constancia de ello, es nuestra incapacidad a controlarlo la que haga que tengamos este concepto presente en nuestras vidas y que siga llenando nuestros pensamientos. Porque, ¿quién no ha tenido la impresión de que los minutos no pasaban mientras esperaba ansioso ese metro que le llevaba de vuelta al hogar o, viceversa, cómo el tiempo había "volado" durante una cena con un buena amigo? Escritores, filósofos e historiadores han llenado folios sobre el paso del tiempo, cada uno a su manera: de forma poética y retórica, buscando la esencia o su sentido otros, y los últimos, intentando comprenderlo y explicarlo.
Claro que, la mayoría de la veces no plasmamos este paso del tiempo. total, es imposible. El presente se convierte, antes de que seamos conscientes de ello, en pasado y el futuro, ¿llega o se va?Porque siempre mañana acaba siendo un hoy. Y el hoy un ayer.
Y yo, que hoy no venia a soltar tal discurso sobre el tiempo, si no el cómo me puse a leer posts de este blog que me hicieron añoran los momentos que relaté, pero también, sentirme una lectora extraña ante palabras que escribí hace unos años y que, había olvidado (y que son, algunas -sorprendentemente- bastante sabias), he acabado perdiéndome en la vorágine de ese agujero negro que es el tiempo.
¿Habré sido consciente de los minutos que he pasado escribiendo este post?
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