miércoles, 27 de enero de 2010

Recordando Auschwitz


Hoy, 27 de enero de 2010, se celebra el 65 Aniversario de la liberación del mayor campo de concentración alemán durante la II Guerra Mundial, el campo de Auschwitz. Coincidencias del destino, hace dos días empecé a leerme 'He sobrevivido al infierno', en el que el polaco Tadeusz Sobolewicz narra su vida en éste y otros campos de concentración.

"¿Coincidencia? Noo", pensará más de uno y con razón. Siempre he sentido una atracción fatal por este tema que engloba principalmente el ámbito de los campos de concentración nazi pero también otras atrocidades como la cuestión de los desaparecidos en Argentina. En definitiva, no puedo evitar interesarme por ese momento en el que el ser humano lleva hasta tal punto la maldad como para aplicar distintas técnicas, formas de deshumanizar a otra persona, exactamente igual que él. No me voy a poner a hablar de la maldad humana ni de todas las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo. Simplemente quiero hacer hincapié en como diariamente se nos olvida que lo que el ser humano es capaz de crear y nos olvidamos que la g ente ha sufrido. Del dolor que no dura, que deja de existir.


Hace unos días, y esta vez sí que se puede llamar coincidencia, una compañera dijo a otro que se había acercado a nuestras oficinas y era la primera vez que pasaba por aquí. "Esto es como Auschwitz". ¿Cómo Auschwitz pensé? ¿Está comparando esto ( un edificio en un polígono industrial donde no hay nada) con Auschwitz? Ya sé que muchas veces pecamos de exagerados pero, ¡por Dios, a nadie se le ocurre hacer esas comparaciones! Y entonces, totalmente indignada, recordé.

Yo no he estado viendo Auschwitz pero sí en otro campo de concentración. Uno muy pequeñito cercano a Munich, el de Dachau. Ahí no hubo grandes masacres y nunca se utilizó la cámara de gas. Sin embargo, si que usaron el crematorio. Sí que salió ese característico olor que tiene la carne humana cuando se la quema, ese humo negro de las cenizas…

Como Auschwitz, Dachau se ha convertido en un centro turístico. Pagas una entrada, te dan un audio guía, visitas el museo y recorres el campo. Todo el campo. Con sus monumentos, sus barracones y su crematorio. El problema es que durante la visita nos olvidamos en donde estamos, no nos damos c uenta que ahí se perdieron muchas vidas, muchas esperanzas, que ahí se eliminó la inocencia y que muchas personas, como nosotros, no pudieron salir por esas puertas desde donde, irónicamente, nos despide la ya famosa inscripción "Arbeit macht Frei" (el trabajo hace libres). Y se nos olvida que en esa misma sala murieron millones de personas simplemente porque a otras se les antojó. ¿Cómo es posible que durante la visita a un lugar de exterminio, de aniquilación, de eliminación de seres humanos haya personas que se pongan a reír y a, por ejemplo, meter la cabeza en los hornos para tener una fotografía que luego enseñar a sus amigos? ¿Cómo es posible hacer el tonto en un lugar que aún conserva el olor de la muerte? En mi caso, no veréis ni una fotografía de esos hornos, de esas salas que representan más que muchos libros y teorías. Yo, que suelo ir siempre con una sonrisa en la cara, no fui capaz de sonreír durante mi visita.


No me malinterpretéis. No quiero ni busco que se recuerde todo el día a todas horas el dolor y el sufrimiento. Olvidar es lo lógico, lo humano y lo que hay que hacer. El dolor, como todo, también pasa. Y la vida es muy corta para estar pensando contínuamente en lo malo. Pero si que deberíamos actuar con respeto y recordar para qué y porqué estos símbolos siguen en pie.

lunes, 11 de enero de 2010

nieve

Por supuesto no iba a caer la breva de que nevase de lunes a viernes. ¡¡¡¡Noooo!!! Tenía que nevar un domingo cuando servidora se encontraba de tarde cultural por la capital. Como sobreviví anoche (incluso desafié al temporal y a la suerte quedándome a tomar cervezas por ahí) y conseguí llegar a mi casa antes de la medianoche, hoy la vida (la causalidad o el señor ese que manda desde el cielo) ha decidido complicarme más la situación: hacer que brillase el sol para obligarme a ir hasta mi lugar de trabajo.

A las 6 de la mañana (o realmente algo más tarde cuando ya era consciente de ello) dicen por la radio que en el sur de Madrid, llámese zona de Getafe estaba nevando aún (más tarde comprobé que esto era falso). Conclusión: media vuelta y a dormir un poco más. ¿Para qué arriesgarse a ir pronto si iba a ser imposible llegar antes de las 10?

Algunos (bastantes) boletines más tarde, y pensando en llegar a Getafe para coger el autobús de las 10:05 (ya os he hablado en más de una ocasión de esta línea de autobús que debería tener su propio blog), salgo de mi casa hacia las 8,10h. 1hora y 55 minutos antes. Con tiempo. Minutos antes, anuncian en la radio: "los trenes de cercanías están sufriendo una demora de 10 minutos debido a las condiciones meteorológicas" (sic. Tradución: sal pronto de casa que los trenes tardan 20 minutos más.

A las 8:25h me subo a un vagón de un tren con destino a Chamartín que sale de la vía 2, pensando que no me da tiempo a coger el tren que tengo enfrente, en la vía 5. Intento subir, como siempre, al primer/último vagón. Imposible. Avanzo hacia otro en el que mejor o peor consigo no ser aplastada. Me encuentro allí con una conocida. Me dice que lleva desde las 8:14h metida en ese tren y que debería haber salido a las 8:19. Sigue subiendo gente. Me siento atrapada. Sube más gente. Miro la hora: 8:40h. Sube más gente. Sigo mirando el reloj... 8:53h sale el tren. ¡Yujuuu!!!

Durante el camino, a las 9:15h hablo con una compañera que había intentado coger el bus en Getafe de las 8:15 y acababa de entrar por la puerta. Me cuenta que la carretera estaba totalmente congelada y el bus casi no podía pasar. ¿Llegaré yo algún día?

Afortundamente consigo superar la parte difícil: llegar a Atocha, cambiarse al tren que va hacia Parla (y que llegue pronto). Que ese tren, por una vez, no se pare y que me deje en Getafe Centro antes de las 10:05.
Con algún que otro susto al sentir cómo el tren pierde velocidad en medio de la nada, varios sprints y aún sin creerme la suerte que tengo, consigo llegar al bus de las 10:05(estoy segura que salió varios minutos más tarde).

Cómo consiguió el señor conductor dejarnos sanos y salvos en la puerta del curro es un misterio que aún tengo que resolver. Como he comentado varias veces, trabajo prácticamente en Mordor, en un paraje inhóspito cerca del Nassica y por ello, hay un tramo de carretera por el que no pasa nadie. Sólo el bus que une Getafe con esa zona. En definitiva: carretera con hielo y más hielo.

Una vez vuelvo a pisar suelo firme me doy cuenta que iban en ese autobús muchísimas caras conocidas, entre ellas una compañera que me comenta que no había pasado ni el bus de las 9 ni el de las 9:15 asi que casi todos llevaban casi una hora en la parada esperando.

¡Menos mal que me salió bien la jugada! ¡He sobrevivido!

martes, 5 de enero de 2010

Carta a sus majestades de Oriente

Si, ya sé que los reyes van en camino y que es un poco tarde para escribir la carta pero, ¿qué os esperabais? Si no esperase hasta el último momento, este blog no se llamaría como se llama. Y además, ¿no son los reyes magos?

Como nunca he sido mucho de regalos (en mi casa los reyes se limitaban a traer material escolar y cuando una creció pasó a recibir, si había suerte ese año, alguna colonia) no esperéis una super carta. Además, soy como nuestra querida parada, y tengo alguna que otra cosa pendiente que los reyes nunca me traen, entre ellas la Barbie que por más que pedía nunca conseguí...

Lo primero que he pensado en pedirles a los reyes fue salud,ya no para mí sino para muchos otros a mi alrededor. Pero, a ver, ¿qué traen los reyes? cosas materiales. Asi que eso queda descartado junto con la suerte en la lotería. Y ya que no me traen el euromillones, directamente les voy a pedir un coche, un piso o dinero (pero mucho). Ya que elijan si prefieren dármelo en metálico o el artículo en cuestión. También me sirve de la mano de un rico.

Además, como mi bonito y estimado reloj tuvo una muerte dolorosa hace unos meses (se fue de mi muñeca en un viaje en moto y nunca más se supo de él) voy a sumar esa petición a mi carta. Y por supuesto, ese abrigo rojo que he buscado por todas las tiendas y no he encontrado. A ver si los reyes pueden conseguir algo en esta temporada en la que el rojo no se lleva.

Y ya no se me ocurren más cosas materiales que pedir. Eso sí, con que me traigan a un joven rico que me compre lo que desee y que no de guerra me conformo.
¡Así tengo "reyes" todo el año!